Para ver la sombra hay que iluminarla

Jean Gebser escribe: «El necesario cambio del mundo y de la Humanidad no será operado por los intentos de reformar el mundo; los reformadores, en su lucha por un mundo mejor como ellos dicen, rehuyen la tarea de mejorarse a sí mismos; practican la vieja táctica, humana pero lamentable, de exigir a los demás lo que ellos no hacen por pereza; pero los éxitos aparentes que consiguen no les disculpan de haber traicionado no sólo al mundo sino a sí mismos.» (Decadencia y participación.)
Pero mejorarse a sí mismo no es sino aprender a verse tal como uno es. Reconocerse a sí mismo no significa conocer su Yo.

El Yo es al Ser lo que un vaso de agua es al océano. Nuestro Yo nos enferma, el Ser
está sano. El camino de la salud es el camino que va del Yo al Ser, de la cárcel a la libertad, de la polaridad a la unidad.


Cuando un síntoma determinado me indica lo que (entre otras cosas) me falta para alcanzar la unidad, tengo que aprender a ver esta carencia y asumirla conscientemente con nuestras interpretaciones.
pretendemos conducir la mirada hacia aquello que siempre pasamos por alto. Cada uno lo ve, bastará con que no lo pierda de vista y lo mire con más y más atención.
Sólo una observación constante y atenta vence las resistencias y hace crecer ese amor que es necesario para asumir lo observado.
Para ver la sombra hay que iluminarla.

Errónea —pero frecuente— es la reacción de querer librarse lo antes posible del principio que el síntoma revela. Así el que al fin descubre su agresividad subconsciente se pregunta con horror:
«¿Y qué hago yo ahora para librarme de esta terrible agresividad?» La respuesta es: «Nada. ¡Disfrútala!» Es precisamente este «no querer tener» lo que provoca la formación de la sombra y nos pone enfermos: ver la agresividad nos sana.

Quien lo considere peligroso olvida que no por mirar hacia otro lado vamos a hacer desaparecer un principio.
El principio peligroso no existe, sólo es peligrosa la fuerza desequilibrada. Cada principio es neutralizado por su polo opuesto. Aislado, todo principio es peligroso. El calor solo es tan malo para la vida como el frío solo. La mansedumbre aislada no es más noble que la intemperancia aislada.

Sólo en el equilibrio de las fuerzas está la paz. La gran diferencia entre «el mundo» y «los sabios» consiste en que el mundo siempre trata de hacer realidad un polo, mientras que los sabios prefieren el justo medio entre los dos polos. El que llega a
comprender que el ser humano es un microcosmos, poco a poco pierde el miedo a ver en sí todos los principios.

Conocí el bien y el mal
pecado y virtud, justicia e infamia;
juzgué y fui juzgado
pasé por el nacimiento y por la muerte,
por la alegría y el dolor, el cielo y el infierno;
y al fin reconocí
que yo estoy en todo
y todo está en mi.
Hazrat Inayat Khan



Libro: La enfermedad como camino.
http://complicesss.blogspot.com

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